Introducción
En la Asociación Argentina para el Estudio del Dolor (AAED), capítulo de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés), estamos comprometidos con la divulgación de todos los avances científicos para el diagnóstico y tratamiento del dolor. Es por este motivo que el Grupo de Interés en Dolor Crónico Primario ha realizado una revisión de la literatura sobre la relación entre el dolor crónico y la suicidabilidad, con el objetivo de promover su evaluación y tratamiento en la práctica clínica.
La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) define al dolor como una experiencia emocional y sensorial desagradable asociada, o similar a la asociada, a un daño tisular real o potencial (1). En esta definición, se reconoce al dolor como una experiencia personal que se encuentra influenciada por factores biológicos, sociales y psicológicos. Se define como crónico cuando persiste o recurre por más de tres meses. Actualmente constituye una condición de salud debilitante que afecta a 1 de cada 5 adultos a nivel mundial (1,2).
De acuerdo con la Clasificación Internacional de las Enfermedades, en su undécima edición (CIE-11) (3), el suicidio se define como una muerte por lesión autoinflingida, intencional y deliberadamente iniciada por la persona como un medio para obtener ese fin deseado. El DSM-5-TR ha incluido la definición del comportamiento suicida como conductas potencialmente auto-perjudiciales, que son llevadas a cabo con al menos alguna intención de morir (4). Aunque se han intentado aislar las causas detrás del fenómeno, se reconoce que se trata de un hecho multicausal, en cuya ocurrencia interactúan factores genéticos, biológicos, sociales, psicológicos y culturales (5,6).
El suicidio constituye un problema de salud pública mundial. De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), mueren alrededor de 700.000 personas por año por suicidio y los hombres presentan un ratio 2,3 veces más alto que las mujeres (7). Sumado a ello, los países con mayores tasas de suicidio son aquellos de ingresos bajos y medios, donde las muertes por este fenómeno representan el 77 % de la totalidad mundial (7). En el continente sudamericano se ha encontrado un aumento consistente de las tasas anuales de suicidio durante los últimos 20 años, indicando la necesidad de revisar las intervenciones dirigidas a la prevención del mismo (7). En Argentina, la tasa anual de suicidio por 100.000 habitantes es de 9,8 (8), lo que implica que se trata de una problemática de relevancia dentro del campo de la salud.
Existen controversias con relación a la terminología que suele usarse para definir y medir los fenómenos suicidas, lo que genera incongruencias cuando se intenta comparar o agrupar estudios. El mayor acuerdo se encuentra en utilizar términos que describen tanto los eventos discretos y observables asociados al riesgo suicida (intentos de suicidio y conductas autolesivas sin intencionalidad suicida) como los eventos privados (ideación suicida) y los eventos sociales o comunicacionales (comunicaciones y amenazas suicidas) asociados (9).
Las personas con dolor crónico presentan el doble de riesgo de emitir conductas suicidas en comparación con quienes no lo presentan, con una prevalencia de intentos de suicidio de entre el 4 y el 20 %, y del 20 % para ideación suicida (10). Por ello, la OMS ha considerado al dolor crónico como un factor de riesgo de relevancia a considerar para la prevención del suicidio (11). Dada la alta prevalencia de fenómenos suicidas en esta población, resulta de particular interés explorar las asociaciones entre el riesgo suicida y las condiciones de dolor crónico. Por este motivo, esta revisión pretende llevar a cabo un análisis narrativo actualizado de la literatura científica existente sobre la relación entre el dolor crónico y las conductas asociadas al suicidio.
Metodología
Este trabajo se realiza mediante una revisión de estudios sobre resultados, recopilando y proporcionando un resumen sobre el tema planteado.
El relevamiento del material se realizó a través de los siguientes buscadores: Scielo, NCBI, Online Library, PubMed y ScienceDirect. Las palabras clave utilizadas fueron: “dolor crónico”, “suicid*”, “factores de riesgo”; y sus equivalentes en inglés: “chronic pain”, “suicid*”, “risk factors”.
La búsqueda bibliográfica se llevó a cabo en enero de 2025, abarcando publicaciones con una antigüedad máxima de cinco años, específicamente desde el 1 de enero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2024. Este periodo se consideró adecuado para obtener una muestra representativa de estudios relevantes, sin exceder los límites prácticos de la revisión y asegurando la inclusión de la literatura más actualizada y relevante en el campo. Los criterios de inclusión se centraron en artículos que investigaran las relaciones y mediaciones entre patologías de dolor crónico y conductas o riesgo suicida. Se priorizó la selección de estudios primarios y de resultados en población adulta que tuviesen acceso al texto completo, en idioma español e inglés. Se encontró un total de 1303 estudios, de los cuales se desestimaron 1288 por no cumplir con los criterios descritos o por no estudiar las variables relevantes para esta revisión. Se consideraron como criterios de exclusión el estudio de población con diagnóstico de trastornos psicóticos, trastornos de la personalidad, trastornos bipolares y dolor oncológico. Se incluyeron un total de quince estudios.
Resultados
Los quince estudios seleccionados para la presente revisión de la literatura analizaron la relación entre dolor crónico y la ideación suicida. Pese a que estas dos variables fueron el objetivo principal de estudio, cada uno de los quince trabajos incluidos exploraron además otras variables mediadoras añadidas. Todos los estudios incluidos concluyeron que el dolor crónico comporta un factor relevante a ser estudiado en su relación con la conducta suicida.
Vélez y cols. (12) (2022) estudiaron la asociación entre el dolor crónico y los síntomas de depresión, ansiedad e ideación y conducta suicida en una muestra de 1964 adultos trabajadores de Chile. Encontraron que el 46 % de la muestra que presentaba dolor crónico severo se encontraba en riesgo elevado de presentar síntomas de depresión y/o ansiedad, así como ideación y/o conductas suicidas. Los participantes con dolor severo presentaron una probabilidad elevada en 3,48 de reportar ideación suicida, incluso después de ajustar la sintomatología depresiva (aOR = 2,34; 95 % CI: 1,68-3,27). Además, presentaban una probabilidad 4,05 veces elevada de reportar conducta suicida (aOR = 2,35; 95 % CI: 1,08-5,07).
Los hallazgos de Jolly y cols. (13) (2022) apoyan también la relación entre el dolor crónico, los síntomas de depresión y la suicidabilidad. En su estudio, encontraron que las personas con dolor crónico comórbido con diagnóstico de trastorno de depresión mayor presentaban un riesgo suicida más elevado que aquellas que solo cursaban con un cuadro depresivo. Dicho riesgo estaba más asociado a la ideación suicida (el 48 % de la muestra con dolor crónico vs. el 39 % en la muestra sin dolor), que a los intentos de suicidio. En su investigación, además, los autores hallaron que la comorbilidad entre dolor crónico y sintomatología depresiva era el mayor predictor de suicidabilidad.
En el estudio de Oh y cols. (14) (2023) se incluyeron a 33.171 pacientes con condiciones de la columna vertebral que generaban dolor crónico en Corea del Sur. Los resultados indicaron que el 5,9 % de los pacientes presentó pensamientos suicidas y el 20,7 % experimentó síntomas depresivos. Los factores asociados con un aumento en los pensamientos suicidas incluían: consumo actual y anterior de tabaco, participación en programas de ayuda médica, tener un grado de discapacidad medio-severo, tener comorbilidades psiquiátricas como depresión, trastorno bipolar, insomnio y abuso de sustancias. La edad avanzada, tener trabajo y sexo masculino se relacionaron con una menor prevalencia de pensamientos suicidas. Los autores sugieren que estos hallazgos indicarían que la identificación y el cribado de estos factores podrían ser cruciales para prevenir el suicidio en pacientes con condiciones dolorosas de la columna vertebral.
En el estudio de Orri y cols. (15) (2023) se empleó un diseño de aleatorización mendeliana para investigar la relación entre el dolor crónico y el suicidio. Se analizaron muestras de individuos con dolor crónico para evaluar su impacto en los intentos de suicidio y la mortalidad por suicidio, considerando la depresión como un posible mediador. Los hallazgos indicaron que el dolor crónico se asoció con un aumento del 67 % en el riesgo de intentos de suicidio y del 100 % en el riesgo de muerte por suicidio. Además, se determinó que la depresión mediaba el 39 % de la asociación con intentos de suicidio y el 34 % con la mortalidad por suicidio.
DiBlasi y cols. (16) (2024) llevaron a cabo un estudio de caso-control dentro del marco de la Utah Suicide Mortality Risk Study, donde se incluyeron 1410 individuos que fallecieron por suicidio y que tenían diagnósticos de dolor crónico. Se utilizaron registros médicos para identificar fenotipos clínicos y se compararon con un grupo de controles vivos que también presentaban antecedentes de dolor crónico, permitiendo así una evaluación exhaustiva de las diferencias clínicas entre ambos grupos. Se identificaron 65 fenotipos clínicos que estaban significativamente sobre-representados en las muertes por suicidio, lo que incluyó trastornos psiquiátricos como depresión y ansiedad, así como trastornos del sueño, neurológicos, del movimiento y condiciones médicas comórbidas como diabetes o hipertensión, entre otras.
Chen y cols. (17) (2023) realizaron una investigación longitudinal con 7126 gemelos y 10.022 mellizos para examinar si la relación entre el dolor crónico y el riesgo suicida podría estar potencialmente influida por factores genéticos no medidos. También investigaron si la comorbilidad con dolor general frente a la presencia de una patología dolorosa específica sería un factor más relevante para la conducta suicida posterior. Las personas con dolor crónico presentaron un elevado riesgo de posterior conducta suicida, aunque solo dos condiciones específicas de dolor estuvieron directamente relacionadas con dicho riesgo: el síndrome de fatiga crónica (OR = 1,26, 95 % CI: 1,14-1,40) y el dolor de vejiga (OR = 1,19, 95 % CI: 1,08-1,31). Los autores resaltaron que los pacientes que sufren de dolor crónico presentan mayor riesgo de suicidio, aunque el dolor crónico en sí mismo podría no contribuir sustancialmente a ese riesgo. Concluyen finalmente que las asociaciones observadas entre dolor crónico y riesgo de conducta suicida podrían deberse a factores compartidos más que a una relación causal entre el dolor y el riesgo mencionado.
Brown y cols. (18) (2020) examinaron la relación entre ideación/conducta suicida y dos estilos de afrontamiento del dolor (según el Cuestionario de Estrategias de Afrontamiento [CSQ, por sus siglas en inglés]), catastrofización, por un lado, y esperanza/fe y plegarias, por el otro. Para ello, realizaron un estudio prospectivo durante 12 meses con 496 adultos con dolor crónico no maligno (musculoesquelético o neuropático), en tratamiento con opioides y que no habían desarrollado ni tenían antecedentes de trastorno por abuso de estos u otras sustancias, excepto por la nicotina. Se analizó el estilo de afrontamiento del dolor, la presencia de ideación suicida, así como de depresión, el apoyo social y la interferencia del dolor, al comienzo del estudio y a los 6 y 12 meses. Los autores encontraron que la catastrofización sería un factor predictor importante en la ideación/conducta suicida debido a su efecto en aumentar la severidad de la sintomatología depresiva en los pacientes con dolor no maligno.
En línea con los factores cognitivos, también se ha estudiado la derrota mental en relación con el riesgo de suicidio en pacientes con dolor crónico. Themelis y cols. (19) (2023) investigaron la relación entre dolor crónico, derrota mental y riesgo de suicidio en 524 pacientes, hallando que el 38 % presentaba riesgo suicida inicial, cifra que se mantuvo a los 6 meses. La derrota mental surgió como el predictor más relevante, junto con depresión, estrés percibido, cefaleas y tabaquismo. En un estudio posterior de Themelis y cols. (20), con un seguimiento de 12 meses en 340 participantes, se confirmó que la derrota mental y la depresión incrementaban el riesgo suicida, observándose un efecto amplificador de la depresión. Estos hallazgos resaltan la importancia de intervenir en ambos factores para prevenir el suicidio en pacientes con dolor crónico.
Roy y cols. (21) (2021) realizaron un estudio con el objetivo de identificar las variables que correlacionan con la probabilidad de tener y de no tener ideación, plan e intentos de suicidio en una muestra de 25.113 personas, de las cuales 5891 presentaban dolor/malestar habitual. A través de un análisis de regresión logística y múltiple encontraron en este último grupo que entre el 7,1 % (intento suicida) y el 21,0 % (ideación suicida) respaldaba las tendencias suicidas, en comparación con aquellos que no presentan dolor o malestar frecuente (2,0 % vs. 9,6 % para intento suicida e ideación, respectivamente). Aquellas personas cuyo dolor les resultaba un impedimento para realizar actividades, presentaban un aumento de la probabilidad de tener intentos y planes suicidas (aOR = 1,72-1,94). A su vez, tener una mayor disfuncionalidad estaba asociado a un aumento de las probabilidades de tener ideación suicida (aOR = 1,01, 95 % CI [1,01-1,02], p < 0,001). En el modelo multivariable en el cual incluyeron todos los factores de riesgo y protectores, encontraron que tener una salud mental positiva estaba por sí solo asociado significativamente con una disminución de la probabilidad de tener ideación e intentos suicidas.
Park y cols. (22) (2023) realizaron un estudio sobre los efectos causales del dolor físico en el comportamiento suicida a partir de un paradigma con apoyo empírico de suicidio en realidad virtual (RV). Llevaron adelante un estudio experimental con una muestra de 326 participantes. En los hallazgos, encontraron que el dolor físico no tenía relación estadísticamente significativa con el aumento de las tasas de suicidio en RV; sin embargo, la anticipación de que la conducta suicida podría conducir a evitar el dolor físico tuvo un gran efecto causal en las tasas de suicidio en RV (B = 1,61, p < 0,001, IRR = 5,01).
Cheatle y cols. (23) (2023), a partir de un estudio transversal de cohortes, evaluaron los factores vinculados a las conductas y pensamientos suicidas en pacientes con dolor crónico no oncológico, con o sin trastorno por consumo de opiáceos concomitante. De los 609 sujetos con dolor crónico no oncológico que estaban siendo tratados con opioides a largo plazo (durante un mínimo de seis meses), un grupo desarrolló trastorno por uso de opioides (n = 175), mientras que el grupo control no (n = 434). Encontraron que los participantes que presentaban abuso de opioides tenían 3,44 veces más de probabilidad de reportar puntuaciones elevadas de suicidio en comparación con los sujetos que no presentaban abuso de opioides. A través de un modelo multivariado encontraron que otras variables como la derrota mental, la catastrofización del dolor, la depresión, y tener dolor crónico en co-ocurrencia con abuso de opioides aumentaba de manera significativa las probabilidades de emisión de conductas suicidas.
Las investigaciones sobre el suicidio en pacientes con fibromialgia indican una significativa relación entre esta condición y un mayor riesgo de ideación y conductas suicidas. En su investigación, Hurtado y cols. (24) compararon el riesgo de depresión, alteraciones del sueño y riesgo suicida en pacientes con fibromialgia tratados con opioides a corto y largo plazo. Encontraron que, en relación con el riesgo suicida, el mismo se veía aumentado en pacientes en tratamiento con opioides a largo plazo, sobre todo pasados los primeros 90 días desde el inicio del tratamiento. Este aumento de riesgo no fue observado en los pacientes tratados con opioides a corto plazo (menos de 3 meses). Por otra parte, Varallo y cols. (25) estudiaron mujeres con fibromialgia y obesidad mórbida, y encontraron que la prevalencia de la ideación suicida es considerablemente alta en este grupo, especialmente en aquellas con dolor crónico intenso y dificultades emocionales como la ansiedad y la depresión. Jamison y cols. (26) estudiaron específicamente los factores de riesgo para la ideación autolesiva en pacientes con dolor lumbar crónico tratados con opioides. Encontraron que el principal factor de riesgo era el uso de alcohol o drogas durante el último mes. Otros factores de riesgo para la ideación autolesiva eran la interferencia del dolor, la presencia de síntomas de trastorno por estrés postraumático, tendencia elevada a la catastrofización del dolor y la percepción de una mala calidad de vida. Además, hallaron que las personas con mayores factores de riesgo recibían dosis más alta de opioides.
Discusión
Esta revisión de la literatura recopila quince estudios llevados a cabo entre 2020 y 2024 que evalúan la relación entre diferentes condiciones dolorosas y la suicidabilidad. Los resultados de esta revisión proporcionan evidencia de que los pacientes con dolor crónico constituyen una población vulnerable a estos eventos. Las variables mediadoras más destacadas en los estudios revisados son la presencia y severidad de sintomatología depresiva, factores cognitivos como la catastrofización y la derrota mental, la sintomatología ansiosa, la interferencia y severidad del dolor y el abuso de opioides.
Estos hallazgos parecen indicar que el dolor en sí no constituye un factor de riesgo directo relevante para la conducta suicida, aunque sí las variables mediadoras asociadas. En este sentido, por ejemplo, los hallazgos de Park y cols. (22), proponen que el dolor por sí solo no presenta relación estadísticamente significativa con el aumento directo de la suicidabilidad. La excepción a estos resultados es el estudio realizado por Chen y cols. (17) al haber encontrado que el dolor crónico podría aumentar de manera directa el riesgo suicida, pero exclusivamente en sujetos que presentan dolor de vejiga y síndrome de fatiga crónica.
Los resultados parecen apoyar la hipótesis de que el dolor crónico y los síntomas psiquiátricos podrían representar síntomas comórbidos que interaccionan entre sí, más que entidades independientes. De las variables mencionadas, la mayormente asociada a la ideación suicida en dolor crónico sería el trastorno depresivo mayor (12,15,16,19,20,23,25). Esta asociación coincide con lo que se encuentra en la literatura científica respecto de que tener dolor persistente es un factor predisponente a desarrollar un trastorno depresivo, a la vez que la presencia de depresión es un factor que también predispone a las condiciones dolorosas y está asociada a un aumento de la percepción del dolor, hallándose una relación bidireccional y recíproca entre ambas condiciones (27,28). En el estudio de Orri y cols. (15) se encontró que el dolor crónico se asoció con un aumento del 67 % en el riesgo de intentos de suicidio y del 100 % en el riesgo de muerte por suicidio y que la depresión mediaba en un 39 y un 34 % en cada caso. A su vez, los hallazgos de Themelis y cols. (19,20) destacan el papel de la derrota mental como un predictor significativo del riesgo suicida en pacientes con dolor crónico, junto con la depresión. El efecto amplificador de la depresión sobre la relación entre derrota mental y riesgo suicida refuerza la necesidad de abordar ambos factores en las estrategias de prevención, dado que su interacción podría potenciar la vulnerabilidad suicida en esta población. La sintomatología ansiosa emerge también como un síntoma psiquiátrico de relevancia clínica, dado que diversos estudios han hallado su función como factor de riesgo para la suicidabilidad en individuos que padecen dolor crónico (12,16,25).
Respecto de la interferencia del dolor, tanto Jamison y cols. (26) como Roy y cols. (21) encontraron que esta sería más relevante para el riesgo suicida que la intensidad del mismo, lo cual coincide con lo estudiado en la actualidad sobre factores específicos del dolor crónico y su relación con el riesgo suicida (29). Esto último se contrapone con Brown y cols. (18) quienes concluyeron que la interferencia del dolor no sería un predictor importante de la ideación o conducta suicida.
La severidad del dolor es un factor relevante según dos de los estudios analizados (12,25). Uno de estos estudios (25) encontró una alta prevalencia de ideación suicida en mujeres con fibromialgia y obesidad mórbida, particularmente en aquellas con dolor crónico intenso y dificultades emocionales como la ansiedad y la depresión, sugiriendo que la severidad del dolor también juega un papel importante en la suicidabilidad en este grupo específico.
En lo referente al uso de sustancias como posible factor mediador entre las patologías de dolor y el riesgo suicida, lo estudiado hasta hoy parece apoyar la hipótesis de que la comorbilidad entre dolor crónico y consumo de sustancias, principalmente opioides, es altamente prevalente (30). Sin embargo, los posibles mecanismos específicos de mediación aún no han sido identificados (31). El uso de opioides, en particular, parece vincularse con mayor riesgo suicida en personas con dolor a partir del riesgo de su uso excesivo en relación con potenciales sobredosis, aunque persisten dificultades para distinguir las muertes intencionales por este mecanismo de aquellas que son accidentales (32,33). Además, es importante considerar otros factores que podrían desempeñar un papel significativo cuando se presentan junto con el uso de sustancias, tales como la depresión y la catastrofización. Estos factores parecen agravar el riesgo suicida en personas con dolor crónico, como lo encontraron Cheatle y cols. (23). A su vez, tanto el tratamiento de opioides a largo plazo (mayor a 90 días) (24) como la dosis implementada (26) parecerían ser factores relevantes a considerar en la evaluación del riesgo.
Por otra parte, la catastrofización es una variable cognitiva que fue identificada en los estudios de Brown y cols. (18), Cheatle y cols. (23) y Jamison y cols. (26) como relevante para el riesgo suicida en personas con dolor crónico. Se la ha concebido como la sobrevaloración de las consecuencias o de los aspectos negativos de la experiencia dolorosa (34). Este sesgo cognitivo se ha asociado en previos estudios a mayor severidad del dolor (35,36) peor pronóstico (37,38) mayores síntomas depresivos (39) y, también, con la ideación suicida (40). Todos ellos serían blancos importantes del tratamiento al integrarlos en una conceptualización del paciente que permita comprender cómo estos factores se vinculan y mantienen en el contexto del dolor crónico.
En línea con lo propuesto por Vélez y cols. (12), quienes destacan la dificultad en la investigación sobre factores de riesgo suicida en pacientes con dolor crónico debido a la ausencia de modelos explicativos sobre la conducta suicida, esta revisión pone en evidencia tal falencia. Los resultados de esta revisión resaltan la importancia de evaluar las comorbilidades psiquiátricas en pacientes con dolor crónico, así como variables relevantes para el riesgo suicida en estas personas, como la severidad del dolor, el consumo de opioides y la catastrofización. El trastorno depresivo mayor sería un trastorno mental relevante en cuanto a su asociación con la ideación suicida, así como la sintomatología ansiosa. Todos estos factores constituyen objetivos clave del tratamiento, integrándolos en una evaluación del paciente que permita entender cómo se interrelacionan y se perpetúan en el contexto del dolor crónico.
Esta revisión presenta algunas limitaciones. En cuanto a los estudios incluidos en la revisión, tienen diferentes definiciones y formas de medir los fenómenos suicidas. Algunos de los diseños de los estudios son de cohortes, en los cuales no hay aleatorización, con lo cual resulta más difícil asegurar la comparación entre el grupo expuesto y el grupo no expuesto. En este contexto, proponemos fomentar la colaboración entre investigadores de diversas disciplinas para establecer una definición común de los fenómenos suicidas que sea aplicable tanto en entornos clínicos como de investigación, respetando al mismo tiempo las diferencias socioculturales. En futuras investigaciones sobre los fenómenos suicidas en pacientes con dolor crónico, se podría considerar la aleatorización de las muestras de población clínica y no clínica. Esto permitiría generalizar los resultados, mejorar la validez interna de los estudios, detectar variables confundidoras y establecer relaciones causales más claras entre las variables de interés. Así, futuras investigaciones podrían estudiar si el dolor crónico representa una variable causal o confundidora para la suicidabilidad. Esto podría resultar de particular interés para elucidar las intervenciones más eficaces para gestionar el riesgo suicida en personas con dolor crónico. Por último, en esta revisión algunos estudios incluyen poblaciones con diferentes condiciones dolorosas, dejando por fuera aquellas en las cuales hay una elevada tasa de suicidabilidad, como el síndrome de dolor regional complejo. Aunque este trabajo es una revisión general sobre la relación entre el dolor crónico y la suicidabilidad, futuras revisiones de la literatura podrían ampliar el enfoque de búsqueda de estudios al considerar que padecer una condición dolorosa específica también influye en esta asociación.
Conclusiones
Esta revisión resume evidencia sobre los factores de riesgo potenciales al suicidio en pacientes con dolor crónico, con el objetivo de detectar estos factores, siendo un primer paso para luego evaluar e intervenir sobre la suicidabilidad. Se identificaron algunas variables relevantes que actúan como mediadoras entre el dolor crónico y la suicidabilidad, lo que justifica su evaluación rutinaria. Además, se encontró que el riesgo suicida adquiere mayor relevancia cuando esas variables tienen un papel mediador. Esto destaca la importancia de no considerar el dolor crónico como un factor de riesgo aislado, sino de examinar factores específicos, como los mencionados en esta revisión, para seguir investigando su papel. Se resalta finalmente la importancia de considerar a las personas con dolor crónico como población particularmente vulnerable al riesgo suicida, lo que indica la necesidad de aumentar las estrategias y programas de prevención de la conducta suicida dirigidas a esta comunidad.
Agradecimientos
Agradecemos especialmente a Eduardo Marchevsky, experto en medicina del dolor, por sus valiosos aportes de edición y supervisión del presente trabajo.
Conflicto de intereses
Ninguno.
Financiación
Ninguna.
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